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Ejemplo 1
En 1665, en Luxeuil, un joven poseído por un espíritu maligno era atormentado de modo crudelísimo. Sus padres ya habían intentado todos los medios para arrancarlo de aquel estado, y todos se habían revelado inútiles. Como último recurso, se acordaron de la medalla de San Benito. Dieron a beber al joven un poco de agua en la que habían sumergido el objeto sagrado. Apenas el joven llevó la bebida a los labios, el demonio comenzó nuevamente a atormentar a su víctima con tan extraordinario furor, que inspiró terror a todos los presentes. Pero enseguida los padres del poseso empezaron a tranquilizarse, pues oyeron decir al demonio, por boca del poseso, que se sentía dominado por un poder superior, y que saldría del cuerpo del muchacho a las tres de la madrugada. El aviso era cierto, pues el enemigo infernal salió a la hora anunciada, y el joven recuperó la paz del alma y la salud del cuerpo.
Ejemplo 2
El episodio siguiente también sucedió en Luxeuil en la misma época (1665). Una joven estaba dominada por el espíritu maligno de un modo tan irresistible, que su lengua no cesaba de proferir palabras obscenas. Hubiérase dicho que el demonio había establecido su morada en los labios de aquella víctima. Para librarla de la violencia que le hacía el enemigo de toda virtud, le dieron a beber, a su vez, agua santificada por el contacto con la medalla de San Benito: inmediatamente cesó la opresión en que vivía, y desde entonces nunca más violó en sus conversaciones las reglas de la moral cristiana.
Ejemplo 3
En el mismo año de 1665, un hombre tenía en el brazo una llaga tan grande y tan envenenada, que no cedía ante ningún remedio. Se tuvo la idea de colocar la medalla de San Benito sobre el brazo enfermo, junto con el curativo habitual. Al día siguiente, al remover el vendaje, la llaga estaba con mejor aspecto, y al cabo de algunos días cicatrizó completamente.
Ejemplo 4
Por la misma época (1665), otro enfermo llegó a un estado tan desesperado, que los socorros de la medicina eran impotentes para aliviarlo. Llegado a ese extremo, manifestó deseos de beber un poco del agua en que había estado sumergida por algunos momentos la medalla (de San Benito), y en poco tiempo recobró una perfecta salud.