En la hora de mi muerte. 

Querido Ángel Custodio mío, hoy quiero pedirte que prepares mi alma para el momento de mi muerte, que no sé cuándo será, pero que tú sí sabes cuándo acontecerá. Por eso te ruego que me inspires, en los días previos a mi muerte, que realice una sincera confesión con un sacerdote, y cerca de los momentos de mi muerte, que me sugieras el hacer un acto de contrición, para estar preparado a subir a la presencia del Altísimo para mi juicio particular.

Te ruego, Ángel mío querido, que no me dejes enfrascar en las cosas del mundo, hasta el punto de que pierda la noción de las cosas espirituales y celestiales, sino todo lo contrario, que yo esté siempre con los pies en la tierra, pero con el corazón y el alma en el Cielo, mirando hacia la Patria que me espera, donde junto contigo espero disfrutar de toda una eternidad de delicias y felicidad.

Tal vez en este mundo no sea yo lo suficientemente agradecido contigo, Ángel mío, pero te prometo que en el Paraíso te agradeceré por toda la eternidad todo lo que has hecho por mí, y te veneraré como a mi mejor amigo, después de Dios y de María, mi Madre querida.

¡Gracias Ángel de mi guarda! No me abandones cuando lleguen mis últimos momentos en la tierra. ¡Bendito seas por siempre!

Todos los días debemos tener por lo menos unos quince minutos de trato personal con nuestro Ángel Custodio.

¡Ojalá estos textos den sus frutos y que cada vez confiemos más en nuestro Ángel Custodio que Dios ha puesto a nuestro lado para protección y ayuda!

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